sábado, 21 de noviembre de 2009

Sabia virtud de desaprovechar el tiempo

El reloj legislativo

Como en capítulo de La dimensión desconocida o de Tercer milenio, los legisladores de este país viven en una realidad alterna al estilo Matrix, pues hacen uso del tiempo de una manera irracional que muchos no entendemos. Quizá hayan aprendido algo sobre la Ley de la Relatividad viendo el Discovery Channel en vez del Canal del Congreso.



El aprovechamiento del tiempo de los legisladores es inexplicable, ya que después del arduo trabajo de cuatro días (que debían hacer en un mes), entregan todo a última hora para evitar reclamos. No importa que las cifras no cuadren y que el PRI se haya agandallado los recursos.

Pueden hacer puentes, pero no como el Golden Gate, sino puentes no laborales que, en lugar de tres, son ¡de cinco días! Ideales para darse una vuelta por San Francisco, Disneylandia o Las Vegas, según sean los viáticos sin comprobar.

Cada sesión del Congreso se extiende por horas y horas infinitas, aunque parezca futbol americano, no importa el número de recesos que haya ni para qué los utilicen (dormir, comer, platicar a gusto por teléfono) y nadie se preocupa, al fin que el último minuto también tiene 60 segundos.

Y con la creación de comisiones, equipos y mesas de trabajo para analizar temas que para ellos no tienen relevancia, pues sólo van a gastar tiempo, y más tiempo, y mucho más tiempo, y llegarán a la conclusión de que tal vez nunca puedan tener solución. Véase el IPAB y los hijos de Marta.

Pero quién fuera como los diputados Porfirio Muñoz Ledo, Francisco Javier Salazar Sáenz, Ildefonso Guajardo Villarreal, Jorge Alberto Juraidini Rumilla, Martín García Avilés y Jaime Álvarez Cisneros, quienes acaban de regresar de viaje de placer, ejem, de trabajo a Canadá, y también aprovechan las bondades de este puentazo. Eso sí que es saber aprovechar el tiempo.

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